En esta serie de pinturas de Pictor Mulier, la mujer se apropia de su cuerpo con una entrega absoluta, se sumerge en el gozo sin pedir permiso, se abre, se muestra, se toca. No para ser poseída, sino para reclamarse como dueña de su placer.
Cada trazo es una oda al erotismo sin censura, al instante exacto en el que el cuerpo se rinde ante su propio deleite. Dedos que exploran, labios entreabiertos, humedad visible, espasmos atrapados en la inmortalidad del lienzo.
No hay vergüenza, solo la gloria de la carne en su máxima expresión. Estas mujeres no se ocultan, no temen su propia lujuria: la celebran, la exhiben, la convierten en arte.
En un mundo que aún intenta domesticar el deseo femenino, estas pinturas son un acto de resistencia, un grito silencioso pero demoledor: el placer es nuestro, la masturbación es nuestra, el cuerpo es nuestro. Aquí, la mujer no es un objeto de deseo: es la creadora de su propio orgasmo, la dueña de su éxtasis.
Míralas. Adóralas. Aprende de ellas.
Atrévete y libera a tu musa interior.
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