En esta serie de pinturas de Pictor Mulier, la mujer se convierte en una diosa desvergonzada, un ícono de provocación que reclama las calles, los rincones urbanos y los espacios prohibidos como su propio escenario. No hay barreras, no hay límites: solo el placer de mostrarse, de ser observada, de desafiar las reglas con una desnudez que escandaliza y seduce a partes iguales.
Cada obra captura el instante preciso en el que la piel se revela en un acto de audaz rebeldía. Un abrigo que se abre con picardía, un vestido que cae con premeditada lentitud, un cuerpo expuesto a miradas furtivas que no pueden apartarse. Estas mujeres no temen ser vistas; al contrario, desean ser contempladas, codiciadas, convertidas en fantasía.
Son diosas urbanas que transforman el pudor en un juego y el riesgo en un éxtasis embriagador.
Ser exhibicionista no es solo desnudarse, es retar al mundo con cada curva, con cada centímetro de piel ofrecido como un manifiesto de libertad. En cada pincelada, la provocación se convierte en arte y la vergüenza se desvanece bajo el poder de la feminidad indómita.
¿Te atreves a mirar?
Atrévete y libera a tu musa interior.
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